Haciendo visible lo invisible. El cine de José Luis Guerín

por Manuel Lombardo
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"En construcción" se adscribe a ese cine fronterizo entre el documental y la ficción, un cine de eminente vocación realista que viene a nutrirse de la realidad como materia prima a través de la puesta en contacto de ésta con una mirada abierta y atenta que requiere y demanda a su vez una mirada de la misma índole en su espectador. A través del proceso de construcción de un nuevo edificio en el Barrio Chino de Barcelona, Guerin elabora una poética reflexión metafórica sobre el paso del tiempo y sobre cómo el cine, en su capacidad para "detenerlo", fijarlo y reconstruirlo, se convierte en el instrumento perfecto para capturar la riqueza infinita de sus matices.

Embalsamar el tiempo

Los filmes de Guerin se adscriben así a una fascinante idea incrita en el pensamiento del crítico francés André Bazin que intuía la capacidad del cine para "embalsamar" el tiempo: "el tiempo de la vida se escapa, fluye -ha comentado Guerin en alguna ocasión- y lo que hace el cine, esencialmente, es embalsamar trozos de tiempo que quedan ahí".
No es el cine de Guerin, como pudiera pensarse, un cine documental al uso, ni tan siquiera sus dos películas que más se pueden acercar a ese concepto en su proceso de elaboración y en su forma final, Innisfree y En construcción. Su mirada, una de las que más radicalmente exponen en el cine de hoy la necesidad de recuperar una cierta "inocencia perdida" (la "primera mirada") en cineastas y espectadores, se alimenta por igual de esa doble condición esencial de la imagen cinematográfica (presente ya desde sus orígenes, entre las tranches de vie de los Lumiére y las feeries de Méliès) que lo sitúa a mitad de camino entre la realidad, el documento testimonial y una cierta abstracción hacia el mundo de las sombras y lo fantasmagórico.

Los filmes de Guerin interpelan a su espectador a mirar a la pantalla, recorrerla y descubrir, como el niño que inventa historias a partir de los efectos de luces y sombras proyectadas en la habitación nocturna (véase Tren de sombras), el sentido último de la imagen que tiene delante, sin las imposiciones y los subrayados del cine convencional: "mi cine está del lado del susurro de las cosas, no del subrayado de las cosas".

Vivos y muertos

Tanto Innisfree como Tren de sombras (habremos de omitir todo comentario a Los motivos de Berta, su primer largometraje, en la media en que no lo hemos visto aún) dos de las cumbres indiscutibles del cine contemporáneo, juegan además, desde su vocación indagadora y su reflexión sobre el propio cine como instrumento para el conocimiento del mundo, con elementos que para Guerin son inseparables de la esencia del mismo. Si en la primera asistimos a una reconstrucción nostálgica (que no sentimental) de aquel tiempo en el que en un pueblo irlandés se filmó la mítica El hombre tranquilo de John Ford, de lo que se nos está hablando realmente no es de otra cosa que del diálogo que a través de las imágenes y la memoria se establece entre los vivos y los muertos, del poder "milagroso" (y no hay en este término connotaciones religiosas) del cine para visibilizar lo invisible, para traer a los fantasmas del pasado y hacerlos convivir con el presente.
Más evidente aún se hace este diálogo fascinante a través de las imágenes y los sonidos de tiempos físicos irreconciliables en Tren de sombras, deslumbrante y hermosísima indagación poética, cosida con el hilo mismo del celuloide en descomposición, manipulado hacia adelante y hacia atrás en busca de alguna certidumbre indescifrable, sobre la capacidad de la cámara y la mesa de montaje para convocar espectros, los de los protagonistas de un filme familiar de los años 30 supuestamente encontrado en una casa de la campiña francesa: un crepuscular y bello discurso sobre la memoria, el olvido y la precariedad (la muerte, en definitiva), un filme que al tiempo de su discurrir entre espectros y notas debussyanas, nos está susurrando al oído algo sobre la evolución y el desarrollo de la propia Historia del cine en definitiva.