Forward 2003 - 2009

¡A mi no me digas que no se puede! *

por Ricardo_AMASTÉ

Bizkaia Creaktiva ha sido por ejemplo (de entre las cosas a las que yo he podido asistir): la UNESCO, promoviendo las redes y el desarrollo social mediante la creatividad; la experiencia lúdica, participativa y reflexiva de LEGO Serious Play con un simple patito; DISONANCIAS tratando de "Encajar lo improbable" poniendo en común a artistas y empresas; Christer Lidzelius proponiendo pilotar el caos desde la peculiar escuela de negocios que dirige; Brigitte Sauvage y su fórmula (I+D)i con la innovación como factor exponencial; o el learn by doing de Invenio, aportando la perspectiva de los/as más jóvenes. Y un montón de encuentros con gente inquieta con muchas ganas de proponer y hacer cosas.

Pero no nos engañemos, más allá del interés de algunos contenidos de la programación (los árboles pueden no dejarnos ver el bosque), Bizkaia Creaktiva sobre todo ha sido la apología oportunista y celebratoria de la creatividad al servicio del capital, de quienes tienen dinero para pagarla y domesticarla. Un evento paradigmático del tiempo que vivimos, donde tras aparentes -y quizá ciertas- buenas intenciones, se esconde la cara más perversa del neoliberalismo, aquella que juega a hacernos sentir culpables por no mostrarnos dispuestos a colaborar, por desconfiar cuando nos tienden la mano, por no querer sumar en pro de (su) bien común, por no creer en sus promesas. Promesas hechas desde (y para reforzar) el autocomplaciente y demagógico modelo de la sociedad del bienestar y la calidad de vida, un modelo que neutraliza cualquier otra alternativa socio-política.

Con Bizkaia Creaktiva llegan definitivamente los empresarios, los gestores, los consultores, los tecnócratas, los inversores (siguen siendo "los", mucho más que "las"), con sus metodologías y sus datos contrastados por sus observatorios. Llegan a decirnos, de modo paternalista y desde la cátedra (aunque a veces caminen con calculada cercanía entre su público), como debemos hacer las cosas para que "funcionen", para que nuestros proyectos creativos se conviertan en realidades industriales, nuevos productos y servicios que puedan ser acogidos con los brazos abiertos por el mercado, sean más rentables, generen PIB y empleo y sean más beneficiosos para nosotros/as y para la sociedad.

Ahora más que nunca, llega la institucionalización, la instrumentalización y la mercantilización de la creatividad y la cultura. Se siguen imponiendo (por deseo o por incapacidad): las industrias creativas, las licencias y la propiedad intelectual vs una economía creativa, social y solidaria; el liderazgo y el talento individual vs la inteligencia colectiva; tenerlo claro vs las ganas; el marketing y la publicidad vs la comunicación; el consumo cultural vs la cultura.

Y sí, debe ser que tiene razón Pedro Luís Aldasoro, somos jóvenes con simpáticas contradicciones (por suerte, seguimos siendo más fruto de nuestras contradicciones que de nuestras certezas), porque cuando soñamos, esperamos no tener los pies en el suelo (como nos animaba a hacer una persona de Diputación el día de la presentación -eso si es contradictorio ¿no?-) y cuando dormimos, no pretendemos ser más ricos al levantarnos, como nos deseaba David Parrish. Porque (aunque pueda sonar tópico) confiamos más en las personas que en el mercado. Porque desde luego, no creemos en eso a lo que reiteradamente aludió Enrique Portocarreto, de que Las cosas son así y no las podemos cambiar, sino que somos inconformistas y trabajamos diariamente para cambiarlas. Y sabemos que los cambios nunca vienen de quienes están arriba, más preocupados por mantener el orden establecido.

Por todo esto, no queremos traducciones ni traductores entre "corbatas y camisetas", sino que preferimos HACER LAS COSAS DE OTRA MANERA.

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