Forward 2003 - 2009

En el frame oportuno, ¿cuestión de género?

por irene ZEMOS98

Me limito, por tanto, a exponer hechos no del todo concretos, a escupir dudas al aire y utilizo el término escupir porque ni si quiera me parecen incertidumbres masticables ni digeribles. Hablamos del mundo de la televisión como escenario de acontecimientos que sospecho podrían desarrollarse en cualquier otro ámbito.

Un compañero me ofrece hacer una sustitución como técnico en un medio televisivo porque su situación laboral le impide compaginar varios trabajos que necesita llevar a cabo para poder llegar a fin de mes. Oportunidad de oro; para "meter cabeza", para que a alguien le "suene tu cara", bueno no mejor, para que alguien reconozca que tus manos (como técnico que eres) saben darle al play en el frame oportuno.

Si continuase mi narración con la frase "la televisión es un mundo de hombres" estaría faltando por completo al espíritu de este escrito, pero cuantitativamente, en esta anécdota particular ganan veinte a uno. Si además me atreviera a decir que "en un control de realización el que más grita es el que gana" estaría frivolizando sobre la tensión que impregna el espíritu ahora televisivo y el afán por que las cosas salgan bien.

Tras no pocas jornadas de trabajo en régimen de sustitución, en las que no faltan bromas acerca de que la garganta del realizador se relaja cuando tiene que dirigirse a mí, porque las mujeres somos de oídos más sensibles y ya que estamos de espíritu supongo, mi presencia empieza a hacerse una constante, de modo que lo que comenzó siendo una sustitución apunta maneras de ser un puesto de trabajo.

Es el realizador, la persona encargada de escoger a su equipo técnico, y de él es de quien recibo con gratitud la noticia de que las continuas ausencias de mi compañero y, por extensión las presencias mías, le han hecho tomar la decisión de nombrarme a mí como titular del puesto que llevo desempeñando un tiempo. Detenerme ahora en aclarar que la calidad técnica del trabajo concreto a desempeñar es similar entre él y yo, puede resultar evidente, pero no tanto, y por última vez (lo prometo), si tenemos en cuenta el espíritu ese al que remito con frecuencia.

Yo imagino que no es plato de buen gusto para nadie saber que has perdido un puesto de trabajo, y tampoco es un trago bueno comunicar a tu compañero que tú (en origen su sustituto, perdón su sustituta -parece que la cuestión de género ya empieza a ser importante-) eres el que ahora ocupa su lugar. Ahora bien, lo que es incomestible es que la explicación, la causa, el motivo, la razón que sostiene el enfado de tu compañero sea que todo esto ha ocurrido porque tú (creo que esa soy yo) eres una mujer. Una mujer que (además de ir a trabajar -creo-) llega allí con cara sonriente y trasero oscilante. La argumentación (si no entiendo mal) es que es normal que una mujer joven, recientemente licenciada y "mona" (jeje, esa también soy yo creo) da pena.

Los hechos están expuestos, ahora es el turno de escupir las dudas.

Cuando anteriormente exponía que me hubiera sido mucho más fácil defender cuál es la postura que hay que adoptar en estos temas, es porque probablemente las dudas no hubieran tenido cabida en mi argumentación.
No obstante, no es el caso, porque cuando haces un testeo (que bajo ningún concepto hubiera llevado a cabo por la evidencia de la cuestión, si no fuera yo la que "da pena", no sé bien si por su condición de mona, recién licenciada o mujer) y corroboras que esa es la impresión ridícula a la par que general entre el resto de tus compañeros de trabajo o incluso entre aquellos otros que igualmente jóvenes y recién licenciados te rodean, son muchas las dudas que te acechan. En mi cabeza se repite constantemente la frase "no es justo, pero es así, eso son armas que como mujer deberías saber utilizar" y sin embargo a mí me vuelve a surgir una duda de base "¿Cuándo me alisté yo al ejército?"...

No ha lugar al "¿a ver si es que yo...?" cuando de lo que se trata es de pulsar correctamente play o stop y si me apuras play record a la vez. No ha lugar, pero... yo continuo pendiente de si el pantalón que llevo permite adivinar como oscila mi trasero o intentando medir si los decibelios que van dirigidos a mí cuando meto la pata son menores que los que le corresponden al resto de mis compañeros.

Porque a pesar de mis dudas, lo que es evidente es que hasta que no dejemos de detenernos para reconocer qué hay de verdad en ese tipo de situaciones, no tiene sentido esperar ningún tipo de corrección en los comportamientos ajenos.

Índice