Forward 2003 - 2009

Hacia una ética de los ciudadan@s

por Antonio Molina Flores

Ni siquiera vamos a sentar las bases de una asociación para cambiar el mundo. Tratar de una ética de los ciudadanos/as tal vez no tenga mucho sentido desde un punto de vista teórico, porque lo importante, en la transformación del tejido social de las ciudades, es la dimensión práctica.

Hay dos posibilidades, al menos, de abordar el asunto. Una es tratar los tres temas como entradas de una enciclopedia imaginaria. Un diccionario para ciudadanos/as ejemplares en una sociedad moderna. Diccionario que incluiría otros muchos asuntos, como urbanismo, desarrollo sostenible, humanismo, globalización, etc. La otra posibilidad, más cercana, exige una visión unitaria. Lo que se pide es que hablemos sobre la formación de los ciudadanos/as. Y parece también claro que las bases de esa formación han de ser, por un lado, públicas y, por otro, privadas. Esa formación ha de partir de una ética (privada) y puede suponer un compromiso (público). No tiene sentido formar ciudadanos/as para que permanezcan en sus casas, como mónadas sin ventanas, leyendo a Píndaro o viendo cine de Godard. Se trata más bien de reflexionar sobre el espacio público que es, a la vez, tiempo público y tiempo político. Se trataría de establecer vínculos, definir estrategias y marcar objetivos que permitan que los ciudadanos/as desarrollemos un compromiso público a través de acciones que permitan definir un especio político no ocupado por las instituciones, pero necesario para fortalecer las relaciones libres. Algo así como construir democracia.

Sin embargo, consciente de los riesgos, adoptaré en estas reflexiones un punto de vista híbrido. Por un lado, como si de entradas de un diccionario se tratase, hablaré algo de cada uno de los temas del enunciado, derivando siempre que sea posible hacia una posición global, abarcadora y holística, ya que no es posible separar algunos aspectos de estos tres temas, pero también podríamos desarrollarlos de forma completamente divergente.

I

Hablar de Formación es hablar de una de las dimensiones más importantes de nuestra vida. Formación, claro está, viene de forma. Los latinos usaban tal cual esta palabra que significa figura, imagen, configuración y que ya aparece en los primeros escritos del idioma. Es bastante plástica la variante popular "horma", como cuando decimos "la horma de su zapato". Formación es proceso de dar forma, y la vida tal vez no consista sino en eso, en adquirir, en ir adquiriendo forma. Descubrir que la sombra de un sueño que somos no está acabada, ni puede darse por concluida. La palabra, además tiene tanta historia y tantos matices que hablar de ella, hablar de forma y formación exigiría dar un repaso casi completo a la cultura occidental. La teoría de las ideas no es más que una teoría de las formas. Y en Platón encontramos ya perfectamente formulados los problemas relativos a la utilidad de la literatura y el papel de la poesía en la educación. Su posición se resume en la expulsión de los poetas de la República, pero no hablaremos ahora de ello. Si empieza aquí un tema apasionante que, de un modo u otro, atraviesa toda la historia de la crítica literaria: ¿Nos hace mejores la literatura? Y ya Platón da una nítida respuesta, no exenta de paradojas. Aquí se encuentra el germen del debate sobre literatura y compromiso. Un debate que hoy adquiere actualidad desde posiciones abiertamente éticas o políticas. Por ejemplo, cierta crítica feminista que intenta mostrar cómo el canon literario se ha constituido desde una posición dominante de conciencia "masculina". Desde una crítica neo-marxista se rastrean larvadas posiciones de clase y, finalmente, en los trabajos culturalistas se denuncia el carácter etnocéntrico y, a veces, abiertamente racista, de las obras clásicas. La versión humorística es el libro Cuentos políticamente correctos.

Para los alemanes formación es Bildung y su atención a este proceso ha dado como consecuencia un género literario. La novela de formación o Bildungsroman nos muestra invariablemente a un héroe joven en período de aprendizaje, cuyos avatares, aventuras y desarrollo lo van convirtiendo en alguien diferente que, sin embargo, mantiene fielmente algunas constantes. Como aquel personaje de Vila-Matas que tenía el mal de Montano, y estaba tan enfermo de literatura que todo le parecía literario, yo también he acabado viendo en la formación literatura. Pero lo importante de la formación es la partícula final que delata proceso. No se trata de la forma entendida en un sentido estático, con sus leyes fijas y reconocibles, como en la psicología de la Gestalt, sino que se trata de un camino. Tao.

Pero la palabra está tan impregnada en nuestra cultura que a la hostia la llamamos "sagrada forma", intentando prescindir del elemento material. Tampoco es de esta forma de la que es pertinente hablar ahora, sino de los procesos formativos, que no siempre son educativos y mucho menos edificantes. Por eso, lo que nuestra literatura puede presentar frente al Bildungsroman es la Picaresca, ese género novelesco que recorre como una espina dorsal la propia formación de nuestra lengua. Pensemos en la novela Mi vida de Alonso de Contreras. Otro modelo de nuestra tradición literaria es La lámpara maravillosa, de Valle-Inclán, que tiene la genealogía atrabiliaria de las vidas de santos, con sus ejemplos y sentencias, producto de una profunda crisis espiritual del autor.

Una secuencia más de este proceso de formación podemos verla en otras culturas. Pensemos en Los cuatro libros de Confucio. El proceso de formación está aquí reducido a la relación maestro-discípulo. Esa relación se difundió algo caricaturizada en la serie televisiva en la que un maestro ciego enseñaba no sólo artes marciales a un joven monje saolín. Pero esta relación maestro-discípulo es tan fundamental en el pasado de nuestra cultura y tan inexistente hoy que merece la pena que le demos, al menos, un breve repaso. Podemos decir que hasta el Romanticismo en que se produce una ruptura, una revolución o un cambio epistemológico radical, las cosas no se conciben sin esa relación. El Giotto es discípulo de Cimabue, Miguel Ángel, aunque bastante autodidacta estudia con Ghirlandaio y Bertolo, Rafael es discípulo de El Perugino. Y en nuestra tradición hay dos casos excepcionales, en los que se ve que las relaciones maestro-discípulo eran vínculos que hoy no podemos pensar de modo convencional, más parecido a las relaciones familiares que a las de dependencia y amistad, así Pacheco es maestro de Velázquez y acaba convirtiéndose en su suegro, lo mismo que le ocurre a Bayeu con Goya. En otros casos se da una ligazón que abarca varias generaciones, casi siempre con resultados extraordinarios. Tal vez el más llamativo se dé entre los años 470 y 323 a C. En estos casi ciento cincuenta años que van del nacimiento de Sócrates, a la muerte de Alejandro, Sócrates es maestro de Platón, que a su vez es maestro de Aristóteles, que se ocupó de la formación del joven hijo de Filipo, Alejandro, que siempre dormía con un ejemplar de la Ilíada junto a la cabeza, en una caja incrustada de piedras preciosas.

Este es un tema serio, y cuando interviene la ironía, es decir, en la cultura moderna a partir de la Ilustración todo se distorsiona. Aunque hay algunos avisos desde el Renacimiento. "Haz lo que bien digo y no lo que mal hago", dice la vieja Celestina. Y Rousseau, que diserta sobre la nueva educación, sin embargo se permite enviar a sus hijos a un hospicio, desentendiéndose de ellos.

Otro aspecto interesantísimo, en el que vemos cómo han sido vistos los procesos de formación en Occidente son la utopías. En todas es determinante la educación. Pensemos en una de las últimas: Un mundo feliz de Aldous Huxley. (Para este tema recuérdese el estudio monumental: El pensamiento utópico en el mundo occidental, en tres tomos. De Frank E. Manuel y Fritzie P. Manuel, Taurus, Madrid, 1981.)

Ahora bien, entender la formación sólo desde este aspecto serio desenfoca el tema. La formación ha de integrar todos los aspectos de la existencia, por tanto también los lúdicos, los placenteros, los caprichosos, los transgresores. No hay arte sin trasgresión. El nombre de la rosa de U. Eco se convierte en metáfora. Hay que mantener en secreto la parte que se creía perdida de la Poética de Aristóteles en la que habla de la risa.

Finalmente, los aristócratas ingleses, esa élite distinguida y ausente inventó como culminación de los estudios de sus vástagos el Gran Tour, un año de viaje por Italia para conocer las ruinas de la cultura clásica y el arte renacentista. Un año para viajar y tener aventuras, un ciclo iniciático en una edad propicia a los placeres.

II

Less Aesthetics more Ethics es el curioso título de un libro de arquitectura, que más parece un lema: Menos estética y más ética. Siento defraudar a quienes esperen una disertación sobre ética, aunque sea breve. En este camino sigo a LudwigWittgenstein, el admirador del arquitecto Adolf Loos (autor de Ornamento y delito). Sobre todo al Wittgenstein del Tractatus Lógico-Philosophicus, para el que tanto la ética como la estética pertenecen al ámbito de los místico (das mistiche), aquello de lo que no puede decirse nada, porque su realidad ha de ser mostrada, señalada, no enunciada mediante proposiciones lógicas. Lo que me gusta de este autor es que no se anda por las ramas. Va directamente al asunto, al centro del asunto. Para él la ética trata sobre el sentido último de la vida, sobre "lo bueno absoluto", sobre lo "absolutamente valioso". Por eso no puede ser una ciencia. Pues bien, simplificando, lo más valioso es aquello de lo que no puede hablarse. Y este es el campo de la ética. También de la estética, pero ahora nos interesa menos. En algunas ideas, por ejemplo en la idea de lo bueno, Wittgenstein está en deuda con G. E. Moore, al que substituirá en su cátedra de Cambridge, pero en casi todas es original. Una originalidad que lo convierte en un personaje indómito y sorprendente. Ingeniero, arquitecto, maestro de escuela, jardinero, profesor. Siempre hizo lo que menos se esperaba de él, pero con una lógica demoledora. No en vano Ray Monk titula su magnífica biografía. Ludwig Wittgenstein, el deber de un genio. Para Moore lo bueno existe. Nos lo encontramos en el mundo como encontramos lo amarillo.

Kant había formulado lo que llamó el imperativo categórico diciendo: obra de tal modo que tus actos puedan erigirse en ley de conducta universal. Pero no dice cómo hay que actuar, porque la esencia de la ética es la libertad. No puede haber mandamiento externo si verdaderamente creemos en la libertad. Pero para Wittgenstein, Kant había dicho tal vez demasiado sobre algo que no precisa palabras y tal vez las rechaza.

El mundo es un lugar que hemos de construir. Ampliando los límites del lenguaje ampliamos los límites del mundo. Ampliando los límites de la ética, ensanchamos los límites de lo valioso y lo mostramos al mundo. Esto es esencialmente y sin ornamento puede decirse. Lo demás es retórica, o lo que es lo mismo, mala literatura.

III

Hace ahora doce años (del 8 al 26 de febrero de 1993) se desarrolló en Mollina (Málaga), organizado por el Ministerio de Asuntos Sociales (después desaparecido) un encuentro con casi cien jóvenes escritores eurolatinoamericanos titulado Literatura y Compromiso. Se trataba de establecer unos días de convivencia y diálogo entre escritores consagrados y jóvenes. Asistieron, entre otros, Wole Soyinka, entonces ya premio Nobel nigeriano, José Saramago, que por entonces sólo era el autor de un último libro titulado El evangelio según Jesucristo, Augusto Roa Bastos, Vaclav Havel, Mario Benedetti, Jorge Amado, Juan Goytisolo y Tariq Alí, de Pakistán, entre otros. El Foro estaba dividido en tres secciones: La primera, Literatura y ecología, la segunda, Literatura y situación política; y la tercera, Literatura y transformación social. La mayoría de las intervenciones desvinculaban literatura y compromiso. José Saramago defendió con claridad que una cosa es la literatura y otra el compromiso social. El mayor compromiso del escritor ha de ser la literatura, y casi me atrevería a decir que son pocas las personas capacitadas para hacer bien ambas cosas. Otra cosa es que el escritor mantenga posturas cívicas solidarias o firme manifiestos, lo que apenas le requerirá tiempo. Dos ejemplos. Vladimir Nabokov tal vez sea el paradigma de escritor no comprometido. Nunca fue a ninguna manifestación, que se sepa, ni firmó ningún manifiesto. Dedicó toda su maravillosa vida, recogida en Habla, memoria, a escribir y cazar mariposas. Tan sólo concedió algunas entrevistas en las que invariablemente leía las respuestas, como en el programa de la televisión francesa Apostrophe. Por otro lado, Arundhati Roy, la autora de El dios de las pequeñas cosas, se ha implicado tanto (de tal manera) en varias causas sociales en la India, que ha dejado de escribir (la) literatura. Aprovechando el éxito mundial de su libro ha utilizado su fama para defender a los débiles, a los parias, a los indefensos, desde posiciones claramente comprometidas.

Esto sería un avance general. Ahora bien ¿cómo está este debate hoy? ¿tiene alguna actualidad? ¿Puede servirnos el ejemplo de los escritores para hablar del compromiso de los ciudadanos/as en la mejora de las condiciones de vida de las ciudades? Tal vez sea interesante, al menos, hacer un recorrido por el tema para ser conscientes de las posiciones que adoptamos. En primer lugar hemos de decir, aunque resulte polémico que no hay compromiso de derechas. Pero para eludir la distinción derecha/izquierda, tan simplista, diremos que el tema del compromiso pertenece a la tradición crítica. Su origen, a pesar de ser una figura del derecho canónigo y una forma de alianza en el derecho civil, tal vez podamos rastrearlo desde la Revolución Francesa, pero irrumpe definitivamente, con rasgos definidos en el Yo acuso de Zola. Aprovechando su notoriedad como escritor y lanzando la acusación a través de los medios de comunicación de la época, Emile Zola publica un famoso artículo que comienza: Yo acuso al Presidente de la República... El asunto, hoy anecdótico, resultó explosivo en la época, tanto que los ecos pueden apreciarse en toda la literatura europea, pero fundamentalmente francesa hasta bien entrado el siglo XX. En Proust, por ejemplo. Los hechos son estos: cuando el ejército francés fue derrotado por el ejército alemán en la batalla de Sedán, el Estado Mayor francés buscó un cabeza de turco a quien culpar de la derrota. (La expresión también se las trae: "cabeza de turco", lógicamente para ser degollada). Se culpó a un oficial francés de origen judío, Dreyfus, mezclando derrota con antisemitismo. Un mal asunto. El caso es que a partir del Yo acuso de Zola puede hablarse de literatura comprometida, de literatura política y de una nueva figura: "el intelectual".

Lo más reciente en nuestra lengua es un librito editado por José M. Mariscal y Carlos Pardo, titulado Hace falta estar ciego. Poéticas del compromiso para el siglo XXI. Con prólogo de Luis García Montero y Epílogo de Juan Carlos Rodríguez. (Visor libros, Madrid, 2003). También se nota cierta tibieza entre los jóvenes poetas. Por ejemplo Luis Muñoz comienza diciendo: "De las relaciones entre poesía y compromiso lo que me molesta es la palabra compromiso", p. 79. Aunque algunos autores como Caballero Bonald o Ángel González demuestren saber de qué se está hablando. Dice Ángel González en unas palabras que recuerdan al T. S. Kuhn de La estructura de la revoluciones científicas: "Hay períodos (pocos) que podemos calificar de normales, en los que los ciudadanos pueden vivir relativamente al margen de la historia, enclaustrarse en su mundo privado sin excesivo esfuerzo ni notoria indignidad. Pero hay momentos excepcionales en los que la supuesta normalidad se quiebra, y lo que ocurre en nuestro entorno inmediato es tan grave y perturbador que llega a invadir nuestra privacidad, la colma, la nutre. El ser humano cobra entonces conciencia de que es, lo quiera o no, parte de la historia y, como fragmento de un todo que lo desborda, vive enajenado, pierde libertad y opciones: su existencia queda determinada en gran parte por la historia, que condiciona en desproporcionada medida sus actos, su sentimiento, su pensamiento, una importante zona de su ser; si es poeta, de su escritura." p. 63

Pero en todo este asunto de literatura o poesía y compromiso descubrimos la desproporción entre el objeto y el instrumento. Si el objeto es la "realidad", el "mundo", la "sociedad", las "multinacionales", la "mundialización financiera", el "neoliberalismo", el "capitalismo desalmado", o bien el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio o el Fondo Monetario Internacional ¿qué podemos hacer con un instrumento tan limitado como es un poema? A veces un poema (David) puede ser eficaz contra el sistema (Goliat), pero lo normal es que cuando eso se da en el poema no sólo hay poesía sino también ideología. Marx estudia las bases de un sistema económico que le resulta injusto y alienante. Descubre las relaciones entre economía e ideología y hace que nos percatemos de que es la ideología subyacente la que hace que un sistema económico sea opresivo o liberador. ¿No será, por tanto, lo verdaderamente eficaz la ideología, en un poema de Brecht?

GENERAL, TU TANQUE ES MAS FUERTE QUE UN COCHE

Arrasa un bosque y aplasta a cien hombres.
Pero tiene un defecto:
necesita un conductor.

General, tu bombardero es poderoso.
Vuela más rápido que la tormenta y carga más que
un elefante.
Pero tiene un defecto:
necesita un piloto.

General, el hombre es muy útil.
Puede volar y puede matar.
Pero tiene un defecto:
puede pensar.

(Bertolt Brecht: Poemas y canciones. Alianza Editorial, Madrid, 1975, p.112)

El poeta no hace sonar la flauta por casualidad, pero ha de ser consciente de las limitaciones del alcance de su música. Ética y estética, poesía y arte se convierten así en instrumentos de un pensamiento crítico. No hay otra salida ni otra respuesta. La realidad es compleja y no podemos simplificarla. Acostumbrados a un mundo de eslóganes hemos perdido la costumbre de valorar los matices. El matrimonio se convierte en una abreviatura del amor, la consigna en el pórtico de la política, la frase publicitaria en un resumen atroz de la economía actual dominada por la fruición, el placer erótico del consumo.

En esta lógica nadie escribe La divina comedia o El paraíso perdido. Nadie aventura la creación de un mundo en su obra, a sabiendas de que es imperfecto y perecedero. Sin embargo, contradictoriamente muchos autores menores de cuarenta años publican sus Obras Completas, sin tener en cuenta que tal vez los más perdurables trabajos de la creación y la literatura hayan sido obras de madurez: Las tres críticas de Kant, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Ada o el ardor.

La tarea del escritor, utilizado aquí como metáfora del ciudadano, es ética y a la vez estética: conocer bien sus herramientas, los límites y su alcance. Del mismo modo el ciudadano/a ha de conocer sus limitaciones y saber valorar sus posibilidades. ¿Qué puede hacer un solitario contra la Administración? ¿Escribir cartas al director, dejar su protesta en los libros de quejas y reclamaciones? Como testimonio sí, pero sin apenas cambio en el rumbo de las cosas. ¿Qué hacer? La respuesta es: asociarse, crear sociedad civil, crear y mantener vínculos, inventar instrumentos adecuados a cada problema. Analizar los instrumentos y los medios del oponente y no entrar en la lógica de la oposición. Pensar en solitario pero actuar colectivamente. Huir de guetos, grupitos y élites. Proyectar la acción, querer cambiar el mundo, empezando por el más cercano.

Para ser eficaces hay que tener en cuenta que el lenguaje más universal es la acción. Las lenguas precisan traducción, el dinero cambio de divisas. El arte generalmente hay que explicarlo. Por eso mismo, por la pérdida de la evidencia en el arte y en los lenguajes, por su alambicado carácter simbólico, lo mejor es utilizar la acción como el instrumento más originario y más universal. Por eso es tan interesante conocer todos los lenguajes modernos y analizarlos, fundamentalmente el lenguaje del arte, no visto como un mero lenguaje de gestos sino de acciones. Y hay que planificar las acciones como se realiza un proyecto. Introducción, Antecedentes, Objetivos, Medios, Actores, Presupuesto, Evaluación, Análisis. Reformulación de nuevas acciones.

A veces la acción consiste en la creación de un nuevo instrumento, por ejemplo una Asociación, otras en una acción desnuda, en un acto; otras puede ser un texto, un manifiesto, un poema, un escrito colectivo, etc. En ocasiones la estrategia más adecuada consiste en programar micro-acciones, aparentemente dispersas pero que han de poseer una lógica interna que finalmente aparece, dando sentido al conjunto. Dice Carlos Fuentes en su libro En esto creo: "La ciudad es creadora de símbolos y el lenguaje se compromete con la paideia, el ideal formativo del, ser humano, a la vez historia personal y colectiva". p. 312.

Una poética del compromiso tendería a identificar teoría y práctica. Pero esto en una ética de la acción significa que hemos de tender a la transparencia de los hechos, haciendo innecesario y superfluo tener que dar explicaciones. Exigimos del héroe, del intelectual, ejemplaridad y esta ejemplaridad es en el fondo "jugarse la vida". Por eso abominamos de los tibios y de los cantamañanas, de los que sólo vociferan o gesticulan. Tampoco aceptamos a los que cambian varias veces de compromiso en una deriva patética de lo que podemos llamar el síndrome del laberinto (los que han cambiado tantas veces de militancia que ya no saben orientarse en la jungla social ni política). Por eso es ejemplar y ejemplarizante la labor callada de tantas asociaciones, colectivos y grupos de trabajo que, apenas sin presupuesto realizan una tarea ingente, callada, generosa, solidaria. Resultan también muy interesantes las estrategias que utilizan el mercado para lanzar un producto de ambigüedad calculada: La cantante Maya Arulpragasam, hija del líder del ejército de los Tigres de Liberación de Tamil, acaba de lanzar un disco, con el seudónimo de M.I.A (Acrónimo de Missing In Action, desaparecida en combate), llamado Arular, en el que defiende la causa tamil, una minoría hinduista, aplastada por la mayoría budista cingalesa. El éxito del disco puede crear más quebraderos de cabeza al FBI que todas las bombas que ha puesto su padre.

Por tanto no hay recetas simples ni podemos aventurar conclusiones. Antes decíamos que si la realidad no es sencilla no pueden ser simples nuestras estrategias. Hay que ser conscientes de que la acción social exige imaginación y generosidad como condiciones indispensables. Y de que cada generación ha de dotar de sentido -desde la acción- a palabras como, ética, compromiso, educación, cultura y libertad.

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