Un niño iba caminando por la calle cuando de repente le tiró una piedra a un edificio rompiendo los cristales de una de sus ventanas. Un hombre que pasaba por allí con una cámara de fotos le dijo: "¿por qué lo has hecho?" Y el niño le contesto: "porque me ha apetecido". Entonces el hombre volvió a insistir: "Pero sabes que está mal, ¿no?" Y el niño contestó: "Sí, pero es que ahí vive el jefe de mi padre que es un tirano". Conmovido, el hombre, que trabajaba para un periódico local, le dijo: ¿podrías volver a tirar la piedra para así poder sacarte una foto y contar en mi periódico tu historia?" El niño contestó: "Creo que no...". "¿Por qué?, espetó el hombre sorprendido... "Porque ya no sería lo mismo", concluyó el niño.
Esta quizás podría ser una representación metafórica de lo que sucede entre arte y educación. Si bien son términos equivalentes o al menos paralelos y complementarios, cada uno comprende sus particularidades teóricas. Se supone que el arte es ingenio. Y se supone que la educación es el reposo del ingenio. ¿Quiere esto decir que el arte no puede ser "reposo del ingenio" y que la educación no puede ser "ingenio"? Por supuesto no. Y es que la cuestión de las definiciones es siempre compleja. Y más en un mundo lleno de sobre-representaciones donde no se distinguen copias de originales.
Después de que los fundadores de los primeros Happenings dejaran de ser originales, algunos museos coleccionaron los objetos que habían formado parte de aquellos mismos eventos. De tal forma que una ropa cualquiera que además probablemente fuera elegida producto del azar -en algunos casos no- se convertiría en pieza de exposición para contar la historia de una gente que cuestionó y quiso cambiar radicalmente la concepción del arte precisamente como actividad reglada. Contradictorio.
Hoy mismo se debate en la Universidad cómo se ha de equilibrar entre teoría y práctica. Quienes son partidarios de lo primero, defienden al profesor como una institución docente, formada en el seno de los libros y las tesinas, consciente de su valor como educador. Quienes son partidarios de lo segundo, defienden al profesor como un profesional actualizado, capaz de responder eficazmente a los problemas que el mercado y las profesiones plantean más allá de la teoría. Es más, existe la posibilidad de que algunos profesores sean profesionales frustrados que deciden escoger la vía docente como una solución cómoda. Porque al fin y al cabo, ser profesor puede ser un alumno que decidió no enfrentarse al mercado laboral y tratar de buscar una solución a su futuro a través de la seguridad que da el puesto fijo como docente. Por otro lado, muchos profesionales que dan clases no contienen las suficientes nociones como para poder ejercer la tarea educativa de manera minimamente decente (véase el caso de la profesora de programación que cita textualmente a un autor que habla sobre cómo programar en televisión: "Programar es la guerra").
Desgraciadamente los casos que se salvan de estos clichés son los menos. Quien es profesor no tiene tiempo de investigar cuales son las herramientas que se están desarrollando a nivel de mercado y quien es profesional no tiene tiempo de leer cuales son las teorías que existen al respecto de su profesión. Además, no podemos olvidar que a pesar de todo la Escuela es una institución normativa y el Mercado una selva llena de tiburones con forma de serpiente. Por tanto la improvisación y la anarquía creativa se hacen difíciles en un lugar donde hay que cubrir las necesidades de clases que contienen cada vez a un mayor número de alumnos. Y lo que no vamos a hacer es pedirle al mercado "reflexión", ¿no?
En cualquier caso sí hay soluciones. O al menos a pequeña escala. Por poner un ejemplo...el examen. ¿Por qué hacer un examen sobre contenidos artísticos? Estamos de acuerdo en que hay que tener unas mínimas nociones teórico-técnicas sobre una profesión. Incluso si se trata de una en la que las vidas de otras personas no están en peligro (caso del arquitecto, el médico, etc.) hay que saber ciertas cosas (por ejemplo en danza, el futuro bailante tendrá que conocer bien las diferencias entre unos y otros movimientos). Pero...¿garantiza el examen la asimilación de dichos contenidos? No. El examen favorece la memorización de información y es una aberración comunicativa. Además, ¿qué muestra sino una representación arbitraria o parcial de aquello que se ha aprendido? Y ya no digamos si se trata de una materia eminentemente artística como pudiera ser...el arte.
Por otro lado, una vez iniciado el derribo de los principales mitos que atenazaban a la comunicación (el Mito de Objetividad Periodística: no existe tal objetividad, solo sumas de subjetividades; el Mito de los roles Emisor-Receptor: todos somos EMIREC, emisores y receptores, los medios no poseen la verdad.) quizá haya que comenzar por disolver el mito de los roles profesor-alumno. Queda claro que "la experiencia es un grado" y que las condiciones ideales para que alguien imparta clases son que sus aptitudes sean vocacionales y que esté capacitado para hacerlo (CAP?). Pero si además de esto, el profesor no fuera la fuente de "lo verdadero" quizás las cosas serían de otra manera. Y eso no es una responsabilidad exclusiva de quien enseña. Pues quien es educado debe sentirse en la misma responsabilidad de escuchar lo que le dicen del mismo modo que de cuestionarlo como si de palabras propias se tratara. Y esto actualmente no sucede. Porque el alumnado está preocupado por la nota y no por el contenido. Y porque el profesor es incapaz de salirse de esa dinámica y de dar con la clave para activar a unos alumnos que no leen, no participan, no se interesan por casi nada...
Nadie es responsable, pero todos lo somos. Quizás ese mismo niño que un día cometió un delito y tiró una piedra llegue a mayor. Y recuerde el momento en que ese periodista le dijo que porqué no volvía a tirar la piedra para poder fotografiarle. Y quizás ese niño se convierta en profesor de arte y llegue el día en que no sepa cómo explicarle a sus alumnos que él sigue siendo alumno y que ellos son sus profesores. Y entonces los saque a la calle y los lleve a tirar piedras. ¿Estará loco? ¿O por fin será libre? Haga lo que haga, tendrá que seguir reflexionando, como nosotros.