Forward 2003 - 2009

Guía Práctica

por Pedro Jiménez | ZEMOS98

Recuerdo que cuando esto se puso de moda, estábamos discutiendo en [cortomania] sobre la conveniencia de la realización de estos procesos de hinchado. Por aquellos tiempos se creó el mito del Laboratorio especializado en cine porno que había en Roma en el que por muy poco dinero (unas 300 000 mil pesetas) hinchaban tu película rodada en Betacam SP en incluso en DV.

Pol Turrents, director de fotografía catalán, hablaba de que los daneses usaban unas cámaras digitales de alta definición de la que nunca íbamos a ver, la mítica cámara Sony de HD que ha usado Julio Médem y que ha usado George Lucas en su último Star Wars; estas cámaras acompañadas de unos filtrajes y efectos (digitales) conseguían la imagen "lo-fi" de películas como "Festen (Celebración)" de Thomas Vintemberg o de incluso "Bailar en la Oscuridad" de von Trier.

Nos hablaba el amigo Pol de que es mejor rodar en 16 mm y de ahí hinchar a cine 35 mm, que el digital que podríamos usar, nuestra cámara DV de regalo de navidad, no iba a conseguir ni por asomo la calidad de "Bailar en la Oscuridad".

Estaría bien contradecir a Pol, pero esta no es mi intención, [cortomanía] aquella lista de discusión se pasó al estado de letargo-spam permanente, pero enfrentar Julien Donkey Boy a los planteamientos de Pol es seguro incurrir en uno de los grandes errores del uso de la técnica (que los dioses del cine no dejan subvertir), pero la película de Harmony Korine está ahí: 30 cámaras, uso frecuente del Night Shot, hinchado desde DV a 16 mm y de ahí a 35 mm; sin duda todo un proceso de reconstrucción-reconstrucción de la imagen.

A veces pienso que no sé si somos nosotros los esquizofrénicos o ellos (Maga).

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La película narra la historia de Julien (Ewen Bremner, protagonista de "Trainspotting", entre otras) un joven esquizofrénico, que vive con su familia en el estado de New York. Un sitio indefinido entre lo rural y lo urbano (a veces desaparece el espacio off, dotando de preeminencia total al uso del primer plano), en donde las relaciones familiares se debaten entre la neurosis, la violencia y el sometimiento. Lejos del american way of life, el fantasma del incesto y la sombra del fracaso impregnan las acciones de cada uno de los miembros de esta familia.

El padre (nada menos que el afamado director Werner Herzog) baila en calzoncillos y degrada hasta la humillación al hermano menor, que intenta cumplir el mandato paterno de convertirse en atleta. La madre muerta, es suplantada en las fantasías ezquizoides de Julien por su hermana Pearl (Chloë Sevigny), embarazada de siete meses, y por la abuela.

Todo se sucede en una serie de situaciones en las que el relato realista y crudo se entremezcla con los delirios de Julien, enriquecido con un universo de personajes en los que la discapacidad es la regla común; un negro albino devenido en cantante de rap, un hombre sin manos, hábil en los trucos con naipes o una niña ciega a la que Julien cuida con devoción.

No es cine subversivo, ni siquiera periférico, sino cine subvertido por una mirada que pretende llegar, quizás no lo consiga, que pretende encontrar, cuando realmente está siempre buscando algo, la cámara es más esquizoide que el personaje de Bremer. Es una obra que más que contar en términos dramáticos, se propone como un certero registro del instante como lo más importante.

¿Dónde está lo importante? En el uso esquizofrénico de los espacios, en el intento incontrolado de superar el propio caos de Julien, en nuestra superación del prejuicio llamado Dogma95, en el eterno "en construcción" de nuestras representaciones, en el eterno universo de descomposición, más allá de lo social, más allá del vídeo digital, imbrincándonos en intentar remediar...

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