Y así, él y otros cuatro cineastas crearon el manifiesto Dogme 95. Tal fenómeno fue considerado por muchos críticos como una movida torpe, una especie de "diletantismo de cine de arte" que no era relevante ni para el cine independiente. Por otra parte, para 1995 (año en que el manifiesto se escribió) los manifiestos se consideraban completamente pasados de moda incluso en el contexto de las galerías de arte. Éstos se consideraron artefactos culturales de principios a mitad del siglo veinte, tiempos de guerra en los que el totalitarismo y colectivismo eran las banderas de la supervivencia para la humanidad.
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Pero Lars Von Trier no estaba desprovisto de razones para justificar el manifiesto de su grupo, es más, él ni siquiera tuvo que explicarlo, ya que era el momento para un texto como ese, en parte gracias a las innovaciones tecnológicas del cine digital, que estaba en consonancia con su modo de trabajar, desafiando instituciones culturales y el propio sistema de la industria cinematográfica (cuestionando especialmente festivales cuasi-independientes como el Sundance, Berlinale y el festival de cine de Cannes).
Lo que el manifiesto proponía eran algunas reglas básicas para la creación de películas, que limitaban la paleta de recursos que el cineasta podría utilizar, como por ejemplo, no estaba permitida la luz artificial, el sonido tenía que estar grabado directamente en el momento en que la escena se hacía, etc. Ésto fue relevante por muchas razones: por un lado, porque puso a la luz la artificialidad de los recursos de la industria de Hollywood para crear el mundo más común de todos los posibles (Lev Manovich ha escrito largo y tendido sobre cómo los efectos especiales y la técnicas digitales hoy día se usan sobre todo en comedias románticas, al contrario de en obras de ciencia-ficción y el espacio), pero también porque se acercaba a un tipo de neo-realismo/ nouvelle-vague / tercera estética del cine, que por otra parte era a la vez digital (como se utilizaba normalmente en películas digitales) y oulipiesque ( ya que tenía reglas del juego que no podían romperse, en parte para explotar la imaginación lo más posible pero nunca oulipo en su tradicional estilo algorítmico).
Discutir las películas de Von Trier puede parecer fuera de lugar en el curso de este escrito, porque en lo que yo estoy más interesado es en el modo que él usa los elementos narrativos en sí mismos, y no necesariamente en las historias que cuenta. Creo que Von Trier es uno de los cineastas en vida que está más cercano a usar la cámara, a los actores y escenarios, de una forma que se asemeja al uso de la pluma de un escritor en el transcurso de la creación de una novela.
Incluso si el infame Alexandre Astruc publicó su breve y alabado texto Camera-Stylo a finales de los cuarenta, la promesa que lanzó hubiese podido todo excepto convertirse en realidad (es destacable que una de las piezas cinematográficas de Astruc sea sobre Sartre contado por él mismo, pero uno tiene que recordar que Sartre en su última etapa estaba mucho más involucrado en definir literatura como narrativa y más específicamente como un medio para crear significado). Godard, y otros cineastas de la nouvelle vague y movimientos posteriores, Gorin, etc, intentaban llevar a la realidad las nociones de Astruc acerca de la cámara como una pluma estilográfica, consiguiendo muchos resultados interesantes, pero el asunto de la camera-stylo sigue hasta hoy incumplido. Quizás lo más cercano que se ha conseguido es en los trabajos de ensayistas-cinematográficos como Chris Marker, pero todavía hoy, en la era del vídeo digital no son muchos los que practican el video-escrito digital, así que no nos preocupamos ni siquiera de hablar sobre cómo muchos están involucrados en producir vídeo novela de autor digital.
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Por un lado, porque la industria nos ha hecho creer que crear cine es una labor colectiva, en la que una persona afortunada logra ser el director. Pero si la tecnología nos enseña una cosa, seguramente es sobre el poder. Lo que la experiencia nos dice es que no importa si una pluma está llena de tinta, y tiene potencialmente todas las historias en ella, sino que el autor todavía tiene que saber cómo hacer el trabajo. Éste es más o menos el camino que ha seguido Lars Von Trier desde su temprana, costosa y exitosa película en Panavision de 70 mm, hasta "Dogville" - y lo que seguramente vendrá.
Una manera en la que Los idiotas se podría entender es, como un experimento para dirigir actores, una experiencia colectiva improvisación de diálogos y situaciones en las profundidades actuales de la estructura de una escena. En Los idiotas, Von Trier no sólo fue capaz de dejar a sus actores ser co-creadores de su película sino que también fue capaz de reflejar el trabajo de sus actores en una novela; capaz de escapar de la mera representación y hacer una viva exploración de las personalidades de sus personajes.
Con Dogville ha ido significativamente más allá. Desechó por completo todo tipo de locaciones naturales y grabó todo en un oscuro estudio dónde había dibujado el contorno de una calle, dejando los pequeños detalles y las partes reales de la calle a nuestra imaginación, como hace normalmente el drama teatral. Pero esto no fue suficiente para él, tomó prestada la estructura de una novela victoriana y usó la voz en off de un narrador, creando el efecto literario de leer al estilo de las novelas del siglo diecinueve de Charles Dickens, o incluso Mark Twain. Sin embargo, la historia y el argumento no son victorianas del todo, sino casi del drama existencialista de Sartre, como el trabajo previo de Von Trier, que traduce las detalladas descripciones de las novelas naturalistas francesas, al medio audiovisual que es la película, dejando que todo se estructure en nuestra mente. Por extraño que pueda sonar, creo que Von Trier está en realidad mostrando la tensión narrativa en "los media": del interactive media (mostrando los mapas de la ciudad, pero sin permitir experimentar algún tipo de subjetividad o argumento, sino una línea que está totalmente basada en el tiempo, mientras nos recuerda que la historia que vemos es espacial, basándose en la geografía), del cine (siendo obviamente una película, pero que se limita drásticamente a sí misma en lo visual, lo que se considera que es el punto fuerte del cine). Pero de forma interesante Lars Von Trier, con todas sus propias limitaciones, está creando un cine propio y personal dónde la magia de su narrativa ha encontrado una voz gracias al uso y transposición de la gramática de "los media", que
al mismo tiempo, no le estorba para contar una historia realmente emotiva donde siempre hay movimiento e imágenes.
Es interesante el hecho de que fuese él mismo cámara, guionista y director; sin mencionar el hecho de que en "Dogville" se subraya el punto de tensión donde se localiza el personaje-escritor, una trama que lo hace no sólo consciente de que es una persona que puede crear cambios sociales, sino también que debe enseñar a través del ejemplo y no sólo centrarse en escribir la "gran novela americana". De una forma que puede pasar casi desapercibida, Von Trier consigue dirigir el debate del narrador y las historias de forma que recuerda a la sociedad sobre su propia realidad, les hace pensar sobre ello y de forma esperanzadora les incita a una mejora. Piensa en Bretch y Boal, olvídate de Aristóteles.
Viendo un trabajo así, uno no puede evitar preguntarse si el proyecto UCLA que se llama The Electronic Literature Organization está en lo cierto cuando define "literatura electrónica" como una de las nuevas formas de la literatura que utiliza las ventajas de la tecnología para conseguir cosas que no pueden ser hechas sólo por escrito; englobando a un gran número de géneros".
Si esto es así, entonces creo que "Dogville" es una pieza literaria excepcional, pudiendo ocupar fácilmente un lugar en nuestras estanterías al lado de obras experimentales y destacadas como Don Quijote de la Mancha de Saavedra, o cualquier libro de Alain Robbe-Grillet.