Forward 2003 - 2009

El CSOA Casas Viejas y la máquina mediática

por Marta G Franco

El jueves 29 de noviembre, a las ocho de la mañana, se escucharon fuertes golpes en la puerta del CSOA Casas Viejas. La Policía venía a acabar con cinco años de okupación y el mayor catalizador de energías políticas y sociales al norte de la Giralda (toma ya). Seis de las personas que dormían dentro se apresuraron a encadenarse según el plan, como en tantos otros inmuebles okupados, para aplazar el desalojo. Esta vez sólo había una novedad: dos de ellos, Agu e Ibán, se encadenarían dentro de un túnel.

El golpe de efecto fue mediáticamente perfecto: a la vez que la policía, los periodistas recibían el protocolo de resistencia y un vídeo al más puro estilo España Directo: así es nuestro túnel, así nos encadenamos, así de dura es nuestra situación. Sensacionalismo puro para abrir boca y poner sobre la mesa conceptos incómodos con formas espectaculares. Durante un día en todos lados se hablaba, directa o indirectamente, sobre especulación y derecho a la propiedad, a costa del peligro de muerte del túnel. Tuvimos a toda la prensa local retratando a una masa rabiosa a la deriva por una ciudad que se resiste a ser convertida en un no-lugar. Un juego de zonas temporalmente autónomas que estuvo muy cerca de ser televisado.

El tratamiento informativo, obviamente, dejó que desear: desde las pelis de marcianitos de Público hasta el enfoque maternal de las crónicas en directo de Telecinco. Ana Rosa Quintana llegó a afirmar que "esos chicos tienen una utopía y no se la podemos quitar", en plan "ay qué chavales más entrañables", en una surrealista conexión en la que la reportera se esforzaba en aclarar que los chavales tenían estudios y eran personas adultas y conscientes.

Durante día y medio, Agu e Ibán fueron los Madeleine y Jeremy del underground estatal. Y no exagero (tanto): la expectación era tal que los reporteros gráficos se llegaron a dar de hostias para hacer la foto del momento en que salían de la casa. No lo consiguieron, por cierto, así que los empujones para tener el mejor ángulo en la rueda de prensa tampoco fueron pocos.

En ella, ya por la tarde del sábado 1, la estrategia también fue idónea: primero, panfleto y tirón de orejas de Jose, portavoz principal; segundo, explicación de la abogada; tercero, exposición de los mediadores; cuarto, relato pormenorizado de los malos tratos por parte de los encadenados secundarios... y, por último, Agu dando la cara. A esta alturas la prensa ya sabía que "los okupas mienten" y se había pillado un cabreo, como si fuera la única vez que alguien ha maquillado un comunicado. Y convenía que escucharan un poco, antes de irse a por la próxima rigurosa actualidad, por lo que había que dejarles el plato fuerte para el final.

El revés sería más fuerte: para cuando un millar de piojosos vagos y maleantes se manifestaban "ilegalmente" (eso estuvo el Subdelegado del Gobierno diciendo en la radio todo el día), la mierda criminalizadora más rancia ya había asomado la cabeza. Podemos ver claramente el proceso en el que el periodismo deja de serlo y se convierte en otra cosa: cuando sucede algo inesperado, se manda al becario de turno y este cuenta lo que ve, aderezando su crónica con entrecomillados más o menos plurales y dejando que se cuelen las voces de la calle y las imágenes que es mejor no mostrar. Pero a medida que se va digiriendo la noticia, los engranajes editoriales se ponen en marcha y se enmarca el hecho noticioso con anclajes diseñados para dirigir el discurso hacia donde convenga.

El domingo 2 de diciembre ya no había héroes contra la especulación, sino terroristas contra los pilares del sistema. No eran crónicas vivas y apresuradas, sino columnas de opinión y resúmenes de notas de prensa las que llegaban a una magnífica conclusión a partir de un par de panfletos bilingües y el campo semántico de la mal usada palabra zulo: los okupas son de la ETA. Eso, dicho el día en que dispararon a dos pikoletos, también es un gran golpe de efecto (permítanme que me tome la licencia de llamarlos así, ya que soy etarra puedo despreciar a la Guardia Civil en público, ¿no?).

Otra sabia decisión: continuar alimentado el flujo noticioso con una acción-espectáculo más simpática y menos molesta, colgarse de un puente, ya el lunes 3. Pero ya todo estaba perdido: la mentira del mosquetón pasaba factura (algunos pueden mentir siempre y otros quedan ilegitimados para siempre) y la Policía, herida de orgullo y sueldo, erre que erre, con los bomberos y su conveniente amplificación mediática.

Aquí también hay una obviedad que resaltar: cuando un periodisto va a una rueda de prensa y redacta una nota contando lo que le han contado en ella, si no nos gusta lo que pone debemos cagarnos en el ruedaprensador, no en el pobre periodisto. Caso aparte es el tendenciosismo con el que se titule y tal. Otra obviedad que perece con la simplificación: hay matices, o leguas, y no son lo mismo los rancísimos ABC y La Razón (y su desconocimiento absoluto, afirmando una y otra vez que todas votamos a Lolo Silva) que El País, o una tal Reyes Rincón, única periodista que ha tenido pies y cabeza y ha escrito un artículo contrastado. Y le deja un huequito de página a Carlos Taibo, un señor que a veces dice cosas muy sensatas y que es firmante del manifiesto contra la criminalización.

Ya se conoce el vertiginoso ritmo de la agenda mediática y como el bombo y el platillo duran menos que una pintada republicana en la Basílica de la Macarena, pero, al margen de que el idilio mediático dé ya sus últimos coletazos, hemos dejado un mensaje bien claro: tenéis que tenernos miedo, porque volveremos. En todo caso, hay que felicitar a los responsables de La Yesca y demás aparato agit-propagandístico de Casas Viejas, si es que alguno me leyera... lo digo yo y también lo dijo El Mundo en un reportaje hace un mes: buen trabajo.

Terminemos con una conclusión del mismísimo Ibán (que tanto escribe sobre gentrificación, como Andrej Holm, por cierto):

Pueden intentar desmoralizarnos, o meterle miedo a la gente, pero nosotros no nos lo podemos permitir. El resultado en la calle ha sido el fortalecimiento y el empoderamiento de nuestra gente. El desalojo, la acción y la respuesta en la calle no cierran ninguna posibilidad, sino que abren otras muchas. Hemos demostrado que somos una fuerza a tener en cuenta, ellos lo van a tener en cuenta, que el humo de la prensa no nos lo impida ver a nosotros."

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