Forward 2003 - 2009

Me han contado un cuento

por Antonio Rincón Cano

Hamelin es un cuento de Juan Mayorga, uno de los nuevos autores de la escena española, uno de los pocos, llevada a escena por un cuerpo de actores reconocidos o reconocibles, el público seguro que los ha visto en la tele, por eso fueron ayer al teatro. Por eso y porque quizás fueron el año pasado a verlos en Alejandro y Ana, otro cuento.

Esta vez nos presentan una obra sobre el silencio. Sobre lo que no se dice o no nos atrevemos a decir, sobre lo que está detrás de las palabras, sobre lo que no se escucha, pero se ve, aunque en numerosas ocasiones miremos para otro lado. El propio director, en escena, nos dice, explica, que es una obra sobre "el lenguaje, de cómo el lenguaje se forma y enferma...". Quizás por eso, porque es una obra sobre el lenguaje y sobre el silencio, han decidido que sea el director quien se suba a escena y su mano sea el telón, que sea él quien nos cuente el cuento de Hamelin, una ciudad podrida por dentro. Esta obra es una de esas que desafía la Teoría Teatral, se enfrenta a la hipótesis que dicen que el teatro no se narra, sino que se muestra. Nos muestran un escenario desnudo, con 8 actores, uno de ellos el director, aparentemente con sus propias ropas, 10 sillas negras de Ikea (3.95 € si no recuerdo mal) y la luz, y la oscuridad. Desde el principio, director y actores, utilizan las herramientas escénicas y a modo de herramientas fílmicas, crean un lenguaje Teatral para poder narrar una historia de niños para mayores y escriben la obra en el escenario, delante de nosotros y la van montando. Son numerosos los efectos visuales, sonoros y corporales que nos hacen estar presentes en el teatro. Marcan las escenas verbalmente y con el "tin" de una campana, piden luz u oscuridad cuando necesitan, linternas y mecheros iluminan lo que quieren que veamos en la oscuridad de la sala, el patio de butaca se hace escenario y nos atrapan aún más. No tenemos salida ante la historia. No nos dejan escapar, no quieren que nos evadamos, quieren que estemos ahí, para eso hemos ido, para que nos cuenten una historia.

¿Quién dijo que el teatro no es narrativo? ¿Quién dijo que el teatro muestra una realidad aparente a un público pasivo? Nos han hecho actores y autores del texto escénico que el domingo pusieron sobre el Lope. No conocemos el texto original, del que parte la puesta en escena, pero aunque en él se diga que el director abre la obra leyendo las didascalias (acotaciones más o menos) en un libro, está desafiando las reglas. El autor da voz al director de escena y este se convierte en verdadero emisor de un mensaje sobre "el ruido que les (niños) rodea y el miedo con que nos miran". ¿Acaso no pasa esto con cada montaje? ¿No debería ser así? El teatro no está inventado para agradar al poeta que escribió la obra. El montaje es una obra propia independientemente de la literaria, aunque las palabras que se escuchan y las que se leen sean las mismas. El escritor es emisor de un texto literario, con su propio mecanismo, y el director, iluminador, actores... son autores del texto escénico, con su propias características.

Estamos acostumbrados a ver, a mirar, vemos la tele, la miramos. Nos lanzan mensajes llenos de imágenes a una velocidad trepidante, llegamos a no ser consciente de qué nos entra por los ojos. El teatro no puede igualarse a la televisión, ya fue "televisión" en su época, ahora es otra cosa. No podemos trabajar con imágenes, ante las cueles el espectador optaría a una simple contemplación pasiva. Animalario ha elegido la mejor forma de hacernos conscientes de una realidad y de buscarnos por dentro. En el mismo programa de mano escribe Mayorga "A veces tememos que el érase una vez nos alcance con una lengua negra" Sin duda buscan eso, que la lengua nos alcance, que el lenguaje nos alcance, pero no el literario, sino el lenguaje escénico. Nos lo hace presente. Nos enseñan cómo van montando la obra, casi con ropa de ensayo. Incluso hay momentos en los que Lima (director) parece que da indicaciones a los actores, que los provoca como en un verdadero ensayo. Somos muy conscientes de la iluminación y en la noche desaparecen todos los focos. Sumergiéndonos en la noche del protagonista (un efecto de naturaleza escénica). El teatro está más presente que nunca y el texto ausente por fin. La crítica dice que hemos asistido a un Teatro de texto (Rosalía Gómez, diario de Sevilla, Dom. 2. 10. 2005), pero no se han enterado de nada, hemos asistido a un Teatro sin más calificativo, ni sustantivo que lo acompañen. Hemos asistido al TEATRO. Y como arte autónoma como cualquier otra (cine por ejemplo), ha conseguido escribir por sí misma, narrar, sin la aparente realidad, sino con una realidad y un lenguaje propio.

En los tiempos que corren, como diría mi abuela, hay que buscar e investigar nuevos formatos de comunicación, para poder llegar y no pasar desapercibidos. Pero al mismo tiempo, algunos debemos encontrar el verdadero sentido a los discursos de siempre y no dejarnos engañar por filósofos y semióticos. Renovar el discurso escénico, buscando su esencia, su naturaleza, pero sin engañarnos, sin dejarnos engañar, porque debemos de dirigir nuestro mensaje a alguien, al público. Por eso creo que la mejor forma de hacerlo es creer de una vez por todas en la existencia de un lenguaje escénico, que no dramático (sería literatura), con la suficiente madurez como para contar sus propias historias y su propio mundo. Olvidémonos de la idea de mostrar una realidad posible que no verdadera y pongámonos a trabajar en la creación escénica. Que es sin duda, una creación colectiva, dirigida por una persona (Director) e inspirados en un texto (que puede existir a priori o no)

Al final, sin las letras The End, Animalario ha dejado un libro blanco abierto para que escribamos y nos sintamos aún más autores y más espectadores. Para que marquemos en nosotros mismos la idea de que era a nosotros a quién hablaban y así no sentirnos indiferentes ante un cuento, el cuento de una ciudad podrida, el cuento de todas las ciudades, el cuento de nuestra ciudad.

Baja la mano. Telón y un libro blanco abierto. Gracias Animalario por hacernos tan imprescindible en vuestro cuento, en vuestra escena. Gracias.

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