Forward 2003 - 2009

Situacionistas, arte, audiovisual y compromiso

por Juanjo García Marín

Se trata de algo más que una simple declaración de intenciones. Guy Debord, en su característico estilo mental, exacto y frío, viene a decirnos que ante un mundo y una vida que no nos resultan satisfactorias no valen las resignaciones; la única salida es afrontar la tarea de transformar radicalmente ese mundo. Y esa transformación es posible si se ejecutan "las acciones apropiadas".

En los textos situacionistas está siempre presente una noción del ser humano muy compleja y particular. El ser humano es ante todo un "motor de cambio". Esa es la más definitoria de sus características: tiene la facultad de transformar el mundo en el que vive y le rodea. El concepto mismo de situación emana de esa visión de la persona. Una situación es una realidad determinada por unos factores o causas, y que, puesto que tiene un origen en esas causas, también puede ser de otra forma si se ejercen sobre ella "las acciones apropiadas". Esto que aquí recalcamos no tiene porqué resultar particularmente novedoso. Sobre todo porque más de cien años antes ya lo había venido a afirmar Marx. Autores como Debord, Vaneigem, Khayati, u otros que formaron parte de la Internacional Situacionista (IS) tenían claro que bebían directamente de la filosofía de Marx.

Sin embargo, puestos a beber, optaron por beber directamente de la fuente original: el propio Marx. Se saltaron para ello cien años de historia, dos guerras mundiales y la implantación en el poder del Partido Comunista en la Unión Soviética. Y es que los situacionistas fueron en todo momento tan críticos con la sociedad capitalista de la que mayoritariamente todos venían como con los países del bloque supuestamente comunista que se configuraba como principal alternativa a nivel mundial. La IS constituyó en su día un auténtico soplo de aire fresco en la izquierda revolucionaria europea, por cuánto supieron también denunciar y marchar aparte de aquellos regímenes totalitarios que abanderando la causa del proletariado no habían hecho sino sumirle en unas condiciones de vida muy duras.

Volvamos a la noción de ser humano. Otro aspecto importante que mantienen los situacionistas, y que poco o nada ha sido comentado, es la dimensión espiritual que otorgan a la persona. Desde luego, cuando hablamos de dimensión espiritual o espíritu, está claro que lo hacemos despojando el término de cualquier carácter religioso. La IS hace un monumental intento de exploración sobre las condiciones que necesariamente habría de reunir una sociedad y un mundo que proporcionaran una vida satisfactoria para el ser humano. Dentro de esa exploración harán hallazgos sorprendentes. Reivindican, por ejemplo, el valor del juego como elemento clave para las personas. Inventarán nuevos y sorprendentes juegos. Por ejemplo, un situacionista estuvo viajando varias semanas por Alemania guiándose por un mapa de Londres que, evidentemente, no tenía ninguna correspondencia con el lugar que visitaba. Además, bajo las más escandalosas y sonadas de sus acciones o protestas siempre había un elemento lúdico. Esta dimensión que aquí hemos llamado espiritual se completa necesariamente con el papel que se atribuye al arte.

La creación artística es una facultad humana que debe ser explotada para enriquecer a la persona
. Aquí también realizan los situacionistas una profunda exploración. Acuden a instituciones psiquiátricas para analizar los dibujos de algunos enfermos mentales, crean máquinas mediante las cuáles cualquiera sin la menor noción de pintura puede crear inmensos cuadros en un tiempo récord. Pero sobre todo, denuncian el mercado del arte existente, porque mientras el arte esté mercantilizado y sujeto a determinadas condiciones de producción jamás será la actividad liberadora que pretenden los situacionistas. La IS propició una creación artística caracterizada por su fuerte compromiso político. Y cuando hablamos de compromiso no estamos refiriéndonos arte que se dio en llamar "realismo socialista", y que fue propio de la URSS. El compromiso político de los situacionistas iba mucho más lejos.
Si la obra de arte no tenía una dimensión transformadora, si la obra de arte no tenía por fin último la creación de un mundo nuevo, la obra de arte no era tal. Podríamos decir que algunas de sus creaciones o consignas en el campo del arte fueron más incendiarias que cualquiera de los cócteles molotov que ellos mismos o alguno de sus seguidores lanzó en Mayo del 68.

Para comprender por qué otorgaron este papel tan importante al arte convendría analizar los orígenes de la IS y de sus miembros. Casi todos ellos provienen de un movimiento artístico que se conocería como letrismo, que a su vez es deudor del surrealismo, teniendo este en parte su origen en el dadaísmo. Se trata de una tradición renovadora y contestataria que engarza con los primeros años del siglo XX y que curiosamente viene a encontrar su máxima expresión, por cuanto configura una praxis de la política, allá en los años 60 y 70 del pasado siglo. Esa línea marcadamente contestataria e incluso revolucionaria existente dentro del arte continuó con movimientos de lo más variado como Fluxus o Class War, e incluso podemos decir que pervive hoy día. La Internacional Situacionista tuvo pues una suerte de influencias muy variadas, y esto es lo que la hace quizás más fecunda en cuánto a ideas.

El arte es pues una actividad que debe estar presente en el ser humano para enriquecerlo, y es a la vez un instrumento que los situacionistas se plantean utilizar para transformar la sociedad. Desde esta perspectiva es ineludible suponer que el arte será un arte comprometido o no será.

¿Y qué análisis hicieron los situacionistas del medio audiovisual? ¿Les dio tiempo a hacer algún tipo de praxis o teoría en dicho campo? La mayoría de los textos situacionistas datan de los años 60, una época en la que el fenómeno de la televisión empieza a cobrar importancia, aunque desde luego no tiene la repercusión y relevancia que hoy día sí tiene. Aún así, pronto se dieron cuenta de las posibilidades que se les abrían. Se cuenta actualmente con al menos un par de guiones escritos por Guy Debord, y algunos proyectos muy sugerentes. Debord reconocía, por ejemplo, la calidad artística de un film como "El Nacimiento de una Nación", de Griffith, aunque también señalaba que el contenido era manifiestamente fascista. Por ello, se planteó realizar un "remontaje" de la película en la que se ofreciera un nuevo sentido. También denunciaron el carácter mercantilista y comercial de una actividad como es el cine cuando declararon con motivo de la celebración del Festival de Cannes que "el cine ha muerto".

A pesar de esta serie de proyectos, habría que decir que este campo audiovisual no fue tan bien explotado como otros por parte de la IS. Sin embargo, este sigue siendo un campo de acción con fantásticas posibilidades. Lo audiovisual lo inunda todo. El control que la televisión ejerce sobre la sociedad viene siendo total en los últimos años. Nos dice qué comprar, qué pensar, nos dice cómo es el mundo. Aquello que no aparece en la tele, sencillamente no existe. Incluso cuando los ciudadanos protestamos ante determinadas actuaciones de nuestros gobiernos, eso sólo es en parte posible gracias a que la tele ha decidido otorgar noción de ser a esa determinada cuestión. El ejemplo más claro lo constituyen las protestas contra la guerra de Irak. Unos meses antes se produjo la invasión de Afganistán, y , sin embargo, fueron infinitamente menos las personas que protestaron contra aquella tropelía. ¿A qué se debe esta diferencia? Pues básicamente a que los medios ignoraron un determinado hecho mientras que a otro le otorgaron "realidad".

Pero no se trata sólo de manipulación informativa, cosa que ya sería grave. Se trata de control en términos más absolutos todavía. Por ejemplo, los programas llamados de "telerrealidad" son la última moda. Permiten vivir a los espectadores una experiencia vicaria. Ya no hace falta tener amigos o relacionarse con nadie. Uno puede quedarse tan felizmente en su casa contemplando cómo los seleccionados entre un gran "casting’ se enamoran, se hacen amigos, discuten o pelean demostrando la menor de las educaciones. Eso o programas en los que se muestran los accidentes más espeluznantes en los que, curiosamente, no suele haber víctimas mortales. Si a eso unimos que las series de ficción son cada vez más estúpidas, y que hace diez y veinte años se hacían mucho mejores, concluiremos que la televisión es un auténtico bodrio. Y, sin embargo, sigue rellenando importantes huecos de nuestra vida, sigue reuniendo a millones y millones de personas cada día. Sigue controlando.

Con la nueva televisión digital terrestre tendremos más canales, lo que parece ser sinónimo de gozar de una mayor "democracia". Si a la importancia del medio televisivo sumamos la repercusión del cine, la publicidad, la radio y, sobre todo, de Internet, con todo el nuevo universo de posibilidades que plantea, nos daremos cuenta de que nuestra vida está cada vez más que nunca "mediatizada". La posibilidad de salir a la calle para saber qué ocurre alrededor está prácticamente descartada. La nuestra es una experiencia y una existencia vicaria, vivida a través de otros, a través de los otros, de los que nos controlan porque pueden, porque son los que controlan los medios. Esto puede sonar a teorías paranoicas de la conspiración, pero si analizamos quiénes son los que controlan los medios (gobiernos y grandes grupos empresariales en su mayoría), no parece casual que las programaciones tiendan a idiotizar al espectador.

Ahora bien, ¿qué hacer? Es paradójico que conforme más ha aumentado esta suerte de control, también son mayores nuestras posibilidades de liberación. Al menos en lo que se conoce como Primer Mundo, es a día de hoy factible adquirir material con el que grabar y editar vídeo con una calidad aceptable. Es también sumamente fácil colgar una página en Internet. Por eso, las posibilidades de subvertir el orden existente son ahora mucho mayores que antaño, y , sin embargo, vivimos años en los que las propuestas auténticamente revolucionarias ciertamente no existen.

Sería interesante definir las acciones que desde un punto de vista situacionista podrían llevarse a cabo. La primera de ellas es asumir que lo audiovisual, sea cine, televisión, etc... se halla inmerso en una lógica de mercado que, mientras no rompamos, seguirá siendo un elemento de coerción y control social. Frente a esta realidad, no queda otra salida que ser radicales. Llegamos a la segunda de nuestras premisas de actuación: cuando intervengamos en lo audiovisual, cuando creemos (del verbo crear), tenemos que hacerlo con la firme intención de subvertir el orden existente; de lo contrario, no haremos otra cosa que ser absorbidos por el sistema, y este voraz sistema se muestra capaz de absorver casi todo. El Punk, el Grunge, el Che Guevara,... todo ha sido absorbido por esta máquina de consumo.

Ahora bien, teniendo claros nuestros objetivos, qué camino seguiremos. Desde luego, lo que no es posible es caer en una creación de corte panfletaria y vulgarmente propagandística. Aquello que hagamos tiene que ser liberador por cuánto su objetivo es liberador, pero tiene que ser también liberador en sí mismo. Hay que romper esquemas, hay que confundir al espectador, conmocionarlo, hacerle sufrir una catarsis. Aún reconociendo el valor de, por ejemplo, algunos documentales que desde un aspecto muy realista se hacen eco de determinadas situaciones, creo que hay que ser más ambicioso. Existe un lenguaje audiovisual que cada día se renueva y plantea nuevas y nuevas propuestas. No nos queda otro remedio que aprovecharlo y darle una vuelta de tuerca más. Entonces, y sólo entonces, podremos aprovecharlo para crear algo realmente subversivo. Sólo entonces algunos seremos capaces de despertar de este letargo bisoño en el que estamos inmersos. Sólo entonces habrá una posibilidad.

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